La
Expedición del Granma
por Adalberto Santana Investigador del Programa Universitario de Difusión de Estudios Latinoamericanos (PUDEL/UNAM) |
Cuando las aguas del
golfo comenzaron a dejar sentir su fuerte embate contra la nave, ésta
pareció ceder. El yate con su peligroso vaivén y bajo un cielo negro y una
molesta llovizna invernal, provocó mareos y fuertes náuseas en sus
ocupantes. Sobre aquellas aguas picadas por el mal tiempo, se divisaba un
bulto enorme, que se tambaleaba de un lado al otro. Era el Granma.
Uno de
aquellos expedicionarios -Faustino Pérez- describiría años más tarde el
momento y la sensación de la partida:
Partimos lentamente con un solo motor. A todos consumía una intensa y
silenciosa emoción. Por un momento contuve la respiración, pues temía que
algún ruido pudiera abortar la empresa. Tardamos media hora en dejar el río
y poco después, entramos en el Golfo de México. Veía perderse con nostalgia
a Tuxpan entre débiles luces; todos sentíamos que el silencio de la partida
no era necesario y como si estuviera convenido, se escuchó al unísono.
"¡Al
combate corred bayameses, que la patria os contempla orgullosa...!"
¡Nunca
me lució tan bello el Himno Nacional!
El
viento soplaba inclemente y las olas violentas estremecían el casco del ´Granma'.
Pero se disipó la alegría en la niebla espesa, entre vómitos, fatigas y
mareos. Apenas adelantaba la embarcación, presa de un´norte' incontenible:
sufríamos un lamentable imprevisto.
En
aquellos momentos, quien era Jefe de Sanidad de los expedicionarios que
ocupaban el Granma se dio a la tarea de la búsqueda frenética de los
antihistamínicos contra el mareo, cuestión que parecía inútil. El aspecto
que presentaba el barco después de los cinco minutos que duró la algarabía,
al entonarse el himno nacional cubano y la marcha del Movimiento 26 de
Julio, mostraba una situación ridículamente trágica:
...hombres con la angustia reflejada en el rostro, -escribiría años después
el Che Guevara en Pasajes de la guerra revolucionaria- agarrándose el
estómago. Unos con la cabeza metida dentro de un cubo y otros tumbados en
las más extrañas posiciones, inmóviles y con las ropas sucias por el vómito.
Salvo dos o tres marinos y cuatro o cinco personas más, el resto de los
ochenta y tres tripulantes se marearon. Pero al cuarto o quinto día el
panorama general se alivió un poco.
El
propósito de la expedición del Granma había sido definido en el mes
de agosto de ese año. En México se reunieron Frank País, máximo organizador
del Movimiento 26 de Julio en la clandestinidad en Cuba, y Fidel Castro,
Comandante en jefe de la columna expedicionaria, que para aquel entonces
residía como exiliado. Ambos dirigentes llegaron al planteamiento de
desencadenar la lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista. El plan
general consistía en secundar la llegada de los expedicionarios con
levantamientos y acciones armadas en toda la isla, particularmente en
Oriente. Una vez generadas tales condiciones, las fuerzas comprometidas en
el proyecto pugnarían por organizar y hacer estallar la huelga general. De
esta forma el régimen militar batistiano se vería asediado por una amplia
serie de acciones y no podría desarrollar toda su capacidad para repeler el
desembarco. Con ello, los expedicionarios tendrían la facilidad de cumplir
su primer objetivo: remontarse a la Sierra Maestra.
Dos
meses después, en octubre, Frank País retornó a México. En esta ocasión le
planteó a Fidel que los preparativos en Cuba eran aún deficientes, y que por
lo tanto él consideraba que debía posponerse el proyecto expedicionario
hasta principios de 1957. Finalmente, Fidel logró convencer a País de que, a
pesar de las condiciones existentes, era imprescindible llevar a cabo las
acciones del inicio de la lucha en ese año. Convencido Frank País de la
necesidad de acelerar los preparativos, regresa a Cuba a aprontar las
mejores condiciones.
Con su
postura, Fidel no hacía más que reafirmar sus ideas, las que ya estaban muy
bien definidas desde su salida al exilio. En una carta fechada en La Habana
el 7 de julio de 1955 y dirigida a prominentes líderes políticos escépticos
respecto de su postura, Fidel les escribirá para decirles: "como martiano
pienso que ha llegado la hora de tomar derechos y no pedirlos, de
arrancarlos en vez de mendigarlos". Apunta más adelante: "De viajes como
éste no se regresa, o se regresa con la tiranía descabezada a los pies".
Los
preparativos que en México se hicieron para la expedición del Granma
continuaron después de una ardua labor y de la apremiante resolución de las
diversas dificultades que se afrontaron. La primera vez que Fidel Castro
pisó tierras mexicanas en el mes de julio de 1955, llegó como exiliado en
calidad de turista a la ciudad de Mérida; de allí se trasladó al puerto de
Veracruz y de este punto a la ciudad de México. Aquí ya lo esperaban su
hermano Raúl, Calixto García y varios compañeros más. En los días previos a
su partida a Cuba, los integrantes de la dirección del movimiento
revolucionario cubano tomaron la decisión de dar un nombre a la
organización, que llevó como nombre la histórica fecha del asalto al cuartel
Moncada: Movimiento Revolucionario 26 de Julio (M-26-VII).
En la
imprenta perteneciente a Arsacio Vanegas Arroyo, allí donde varias décadas
antes se imprimieron diversos materiales de la gesta revolucionario mexicana
de 1910, el M-26-VII editó su primer manifiesto siguiendo con la tradición.
Entre uno de los diversos puntos que éste señalaba, se decía:
El 26
de Julio se integra sin odios contra nadie. No esun partido político sino un
movimiento revolucionario; sus filas estarán abiertas para todos los cubanos
que sinceramente deseen restablecer en Cuba la democracia política e
implantar la justicia social.
Los
miembros de esta organización encabezada por Fidel, consideraban que sólo
por la vía armada sería posible el derrocamiento de la dictadura y con ello
llevar a cabo sus propósitos políticos y sociales. En virtud de ello, el
M-26-VII veía que la articulación del exilio con el proceso revolucionario
cubano tenía como forma de expresión la expedición del Granma.
Fidel:
Me recuerdo en esta hora de muchas cosas de cuando te conocí en casa de
María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los
preparativos.
Un día
pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte, y la
posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era
cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera).
Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Con
ese sentimiento internacionalista, en la lista de los 82 expedicionarios,
figuraban cuatro extranjeros: un argentino (Ernesto Guevara), un dominicano
(Ramón Mejías), un mexicano (Guillén Zelaya) y un italiano (Gino Donne).
Este hecho hacía recordar con más fuerza el sentimiento bolivariano y
martiano de la gesta revolucionaria del Granma. Así también en los
preparativos de la expedición, se contó con la participación del ex coronel
republicano español Alberto Bayo Giraud, quien fue el encargado de asesorar
a los futuros combatientes en actividades teóricas sobre táctica guerrillera
y otros temas militares. El mexicano Arsacio Vanegas -quien practicaba la
lucha libre, era propietario de la imprenta donde se reprodujeron diversos
documentos del M-26-VII y se destacaba como un gran colaborador- fue el
responsable de organizar las actividades de entrenamiento y preparación
física. Como ellos había además un buen número de colaboradores que también
contribuyeron con su esfuerzo para hacer posible la expedicion.
La
preparación práctica de la misión del Granma duró cerca de un año. Durante
la marcha se presentaron serios problemas. Sobre la realización del proyecto
había necesidades apremiantes. Por un lado seleccionar a los hombres que
llevarían a cargo la misión, y por el otro recaudar fondos para la
realización de la misma. Desde el primer momento de la llegada de Fidel
Castro a México, éste dedicó todos sus esfuerzos a las tareas que requería
la expedición.
El
M-26-VII fue seleccionando y enviando hacía México a nuevos combatientes,
que se sumaban a los exiliados para llevar adelante la expedición. Éstos
llegaban de la propia Cuba así como de algunos países del área
centroamericana y de los Estados Unidos. Uno de aquellos hombres, Juan
Almeida, llegado de Cuba, en una entrevista sobre su participación
-aparecida en Cuba: el libro de los doce,- relata en uno de los
pasajes:
Después vinieron los días que nos soltaron, que nos dieron la amnistía; otra
vez el hambre, otra vez la miseria, otra vez las crisis, otra vez las
inconsecuencias. Ya Fidel se había ido, entonces dijo que poco a poco se
fueran yendo los compañeros para allá. Entonces, a través de Yeyé y de Melba, Yeyé que trabajaba en la Auditoría de José Manuel Gutiérrez, pues me prepararon el pasaporte, y el 17 de febrerosalí en el vapor Andrea, para allá; llegué a Veracruz y de Veracruz cogí el tren hacia Ciudad México. |